En memoria a "La paranoia Vera"

lunes, 5 de septiembre de 2011

El principal secundario


Un secundario tiene capacidad para hacer muchas cosas; entre ellas está el poder ser protagonista.     

Empiezo a sacarle punta con fuerza a mí tradicional papel de secundario estelar y me preparo a conciencia para poner a prueba todo lo aprendido durante todos estos años de empaparme y aprender sobre todo y todos los que me han ido rodeando. Como cinéfilo, siempre disfruto con esos actores secundarios tan maravillosos que consiguen que todo el mundo recuerde su actuación cuando nombran al protagonista. Esos que tienen la magia de potenciar todo lo que les rodea. Me siento cómodo en ese papel, implicándome, tras la luz del foco principal, pero con el poder de regular y potenciar la luz que brilla delante de mí; dando color al panorama. Algunos piensan que soy "showman" y, como tal, que siempre tendré que estar cerca de la luz del foco. Tal vez lo segundo sea cierto, pero no creo que sea en base a lo primero. De pequeño dejé de pintar y dibujar en serio cuando todos veían en mí como el cuadro que mostrar orgulloso a todo el mundo. Cuando ganaba muchos de mis premios, me enseñaron por decreto a no ir a recogerlos. En las tertulias prefiero observar y escuchar. En los recitales evité casi siempre mi mejor poesía para así no exponerme demasiado. Cuando una cámara apunta, prefiero dejar plano a los demás y, si hay dos micrófonos, disfruto inmensamente dando pinceladas de color a la melodía principal. El primer monólogo que escribí no estaba destinado a ser representado por mí, aunque finalmente así tuvo que ser. Prefiero explicarle uno de mis textos a un actor, que ser el protagonista de los mismos. En Carnaval, tengo más experiencia como autor o director que como voz activa. Aprendí a tocar la guitarra para componer, no para tocarla en público. Y, ante una pregunta complicada, de esas que crean silencio, prefiero esperar a que otro responda, aunque sepa la respuesta. Cuando nombro o escribo varios nombres junto al mío, siempre me gusta respetar esa norma que te lleva a colocar tu nombre al final de todos.
No me importa que nos llamen secundarios, segundones, teloneros, coristas, complementos, recursos, escuderos, consejeros, secretarios, extras...
Considero una gran virtud aceptar tu papel y, una obligación, una vez lo aceptas, explotar al máximo tus capacidades para hacerte notar, cuando se produzca tu ausencia. Porque ese es uno de los males o virtudes de los secundarios: su importancia se aprecia en su ausencia; y son minoría los que aprecian el poder en su presencia. Tal vez, esa minoría empática, esté en su mayoría repleta también de secundarios.
No sé si estaré en lo cierto con todo esto pero, si lo que me dijo un amigo hace tiempo es cierto, mi mejor forma de destacar y ser el mayor de los protagonistas, es explotando mi cualidad de secundario.

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